Montecristi,
25 de marzo, 1895.
Madre
mía:
Hoy, 25
de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en usted. Yo sin cesar
pienso en usted. Usted se duele, en la cólera de su amor, del sacrificio de mi
vida; y ¿por qué nací de usted con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no
puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va
siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre.
Abrace a
mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mí
alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de usted, con mimo y
con orgullo. Ahora bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin
piedad y sin limpieza. La bendición. Su
José
Martí.
Tengo razón para ir más contento y seguro de lo que
usted pudiera imaginarse. No son inútiles la verdad y la ternura. No padezca.