martes, 25 de septiembre de 2012

Historia en suelo sureño


“…hombres son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que roban a los pueblos su libertad. Hombres imprescindibles en la historia de la Patria, en sus raíces, en su ejemplo: En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana” J. Martí.

Recordar la historia es un deber humano, y en el transcurso de la vida, los cubanos hemos sido ejemplos en el compromiso de honrar y/o perpetuar aptitudes y memorias merecedoras del recordatorio y paradigmas de lo mejor del hombre, mucho más cuando ha sido titánico el sacrificio.
En el sur más austral del Camaguey Legendario hubo una acción guerrillera que dejó la eterna huella de nobleza y valentía de los jóvenes que la inmortalizaron.

Recuento del suceso:
El 18 de septiembre de 1958 la columna 11 Cándido Gonzáles bajó de la Sierra Maestra para operar en los llanos de Camagüey, zona peligrosa para el combate y la marcha.
En la mañana del 26 una avioneta alertó la cercanía enemiga y se hizo inevitable el primer enfrentamiento.
Los guerrilleros prepararon la emboscada que permitió abrir fuego contra el enemigo, pero la superioridad numérica los obligó a retirarse.
Tres muertos y cuatro heridos no significó el éxito de la acción, más bien fue considerada un error táctico pues descubrieron el lugar donde estaba la columna guerrillera.
Una delación puso en peligro la posición de esa columna en la madrugada del día 27, por lo que sus integrantes abandonaron el sitio.
Desatendiendo sugerencias de guerrilleros más expertos y conocedores del terreno, el capitán no permitió realizar el traslado a pie y obligó a los combatientes a subir a los vehículos cuanto antes. Aunque el silencio era total y las luces estuvieron apagadas, fracasó el intento de pasar inadvertidos.
Los carros se detuvieron en un cruce de línea y el reloj marcaba exactamente las 2:10 a.m., cuando un fuerte estruendo rompió la pasividad de la noche y comenzaron entonces los primeros disparos.
Fue un combate desigual en el que la defensa de los rebeldes fue casi nula y no tuvieron más alternativas que exponerse a pesar del desorden. En la acción perdieron la vida veinte combatientes y dos fueron ultimados al final del propio día.
Los heridos fueron al hospital del antiguo central Macareño, actual poblado de Haití, aparentemente para ser atendidos, pero el macabro fin era matarlos en el traslado a Santa Cruz del Sur.
En el trayecto hacia el sur, el vehículo que transporta a los guerrilleros se detuvo, ante un simulado rescate del Ejército Rebelde, en una zona de La Caobita y después de hacer explotar dos granadas en la cabina del camión, el oficial al mando enemigo subió y acribilló las últimas once bajas de esta horrenda masacre.  
Fin del recuento.

Es cierto que el tiempo lo cura todo, pero las heridas provocadas por el horror no cierran a pesar de los años.
La injusticia deja un sabor amargo en quienes la prueban, siempre víctimas, aunque espartanos y de indeleble convicción.
En el más noble silencio los familiares de los muertos por el combate de Pino Tres guardan el orgullo de sus hijos intrépidos y a la vez el dolor insuperable de haber perdido, quizás lo mejor de su sangre.
No hay, ni habrá perdón para los criminales, ni para los que cometen infamias, amarrados a un verbo ardiente y poco creíble, capaz de confundir  solo a quienes no tienen corazón, ni alma para entender que la crueldad no cabe entre humanos.
Como cada año este 27 de septiembre los del sur agramontino recuerdan a los mártires de la emboscada y masacre de Pino Tres, uno de los más crueles genocidios consumados por la tiranía batistiana.
En el monumento de La Caobita queda la ofrenda al valor y a la tenacidad, después de recordar a las víctimas del asesinato y en el mausoleo de pino tres se canta a la patria, a la victoria con libertad, desde las entrañas de aquellos jóvenes que altruistas salieron al combate aun con la sospecha de perder de la vida.
Por eso es de humanos recordar la historia, porque ellos fueron como nosotros, sin embargo ya no están, para que estemos: soberanos y triunfadores, construyendo con amor el sueño que los convocó.
Y es que al fin ellos están, cada 27 de septiembre, aquí, donde confluyen pasado y actualidad, impregnados para siempre en la tradición de esta tierra rebelde, donde no cesa la lucha por el bien común y el futuro de la nación.






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