“…hombres son los que se rebelan con
fuerza terrible contra los que roban a los pueblos su libertad. Hombres
imprescindibles en la historia de la
Patria, en sus raíces, en su ejemplo: En esos hombres van
miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana” J. Martí.
Recordar
la historia es un deber humano, y en el transcurso de la vida, los cubanos
hemos sido ejemplos en el compromiso de honrar y/o perpetuar aptitudes y
memorias merecedoras del recordatorio y paradigmas de lo mejor del hombre,
mucho más cuando ha sido titánico el sacrificio.
En
el sur más austral del Camaguey Legendario hubo una acción guerrillera que dejó
la eterna huella de nobleza y valentía de los jóvenes que la inmortalizaron.
Recuento del suceso:
El 18
de septiembre de 1958 la columna 11 Cándido Gonzáles bajó de la Sierra Maestra para operar en
los llanos de Camagüey, zona peligrosa para el combate y la marcha.
En
la mañana del 26 una avioneta alertó la cercanía enemiga y se hizo inevitable
el primer enfrentamiento.
Los
guerrilleros prepararon la emboscada que permitió abrir fuego contra el
enemigo, pero la superioridad numérica los obligó a retirarse.
Tres muertos y cuatro heridos no significó el éxito de la acción, más bien fue considerada un error táctico pues descubrieron el lugar donde estaba la columna guerrillera.
Una delación puso en peligro la posición de esa columna en la madrugada del día 27, por lo que sus integrantes abandonaron el sitio.
Tres muertos y cuatro heridos no significó el éxito de la acción, más bien fue considerada un error táctico pues descubrieron el lugar donde estaba la columna guerrillera.
Una delación puso en peligro la posición de esa columna en la madrugada del día 27, por lo que sus integrantes abandonaron el sitio.
Desatendiendo
sugerencias de guerrilleros más expertos y conocedores del terreno, el capitán
no permitió realizar el traslado a pie y obligó a los combatientes a subir a
los vehículos cuanto antes. Aunque el silencio era total y las luces estuvieron
apagadas, fracasó el intento de pasar inadvertidos.
Los carros se detuvieron en un cruce de línea y el reloj marcaba exactamente las 2:10 a.m., cuando un fuerte estruendo rompió la pasividad de la noche y comenzaron entonces los primeros disparos.
Fue un combate desigual en el que la defensa de los rebeldes fue casi nula y no tuvieron más alternativas que exponerse a pesar del desorden. En la acción perdieron la vida veinte combatientes y dos fueron ultimados al final del propio día.
Los carros se detuvieron en un cruce de línea y el reloj marcaba exactamente las 2:10 a.m., cuando un fuerte estruendo rompió la pasividad de la noche y comenzaron entonces los primeros disparos.
Fue un combate desigual en el que la defensa de los rebeldes fue casi nula y no tuvieron más alternativas que exponerse a pesar del desorden. En la acción perdieron la vida veinte combatientes y dos fueron ultimados al final del propio día.
Los
heridos fueron al hospital del antiguo central Macareño, actual poblado de
Haití, aparentemente para ser atendidos, pero el macabro fin era matarlos en el
traslado a Santa Cruz del Sur.
En
el trayecto hacia el sur, el vehículo que transporta a los guerrilleros se detuvo,
ante un simulado rescate del Ejército Rebelde, en una zona de La Caobita y después de hacer
explotar dos granadas en la cabina del camión, el oficial al mando enemigo
subió y acribilló las últimas once bajas de esta horrenda masacre.
Fin del recuento.
Es cierto que el tiempo lo cura todo, pero las heridas provocadas por el horror no cierran a pesar de los años.
La
injusticia deja un sabor amargo en quienes la prueban, siempre víctimas, aunque
espartanos y de indeleble convicción.
En
el más noble silencio los familiares de los muertos por el combate de Pino Tres
guardan el orgullo de sus hijos intrépidos y a la vez el dolor insuperable de
haber perdido, quizás lo mejor de su sangre.
No
hay, ni habrá perdón para los criminales, ni para los que cometen infamias, amarrados
a un verbo ardiente y poco creíble, capaz de confundir solo a quienes no tienen corazón, ni alma
para entender que la crueldad no cabe entre humanos.
Como
cada año este 27 de septiembre los del sur agramontino recuerdan a los mártires
de la emboscada y masacre de Pino Tres, uno de los más crueles genocidios
consumados por la tiranía batistiana.
En
el monumento de La Caobita
queda la ofrenda al valor y a la tenacidad, después de recordar a las víctimas
del asesinato y en el mausoleo de pino tres se canta a la patria, a la victoria
con libertad, desde las entrañas de aquellos jóvenes que altruistas salieron al
combate aun con la sospecha de perder de la vida.
Por
eso es de humanos recordar la historia, porque ellos fueron como nosotros, sin
embargo ya no están, para que estemos: soberanos y triunfadores, construyendo
con amor el sueño que los convocó.
Y
es que al fin ellos están, cada 27 de septiembre, aquí, donde confluyen pasado
y actualidad, impregnados para siempre en la tradición de esta tierra rebelde,
donde no cesa la lucha por el bien común y el futuro de la nación.
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